martes, 16 de agosto de 2011

Todavía sueño eh, no vayas a creer.
Con lenguas y flores, gargantas que degluten pétalos.
Con un balcón en el que quepan plantas de menta, albahaca y tomate que perfumen los vestidos que cuelguen en mi soga.
Con un sol y un mar y una vida peligrosa.
Sueño con poetas ebrios y gatos de departamento.

sábado, 13 de agosto de 2011

Uno

No encontrar ninguna excusa
para quebrar un buen momento.
Un paso.

sábado, 6 de agosto de 2011

Noto que no puedo...

...usar ninguna conjugación del verbo "notar".

Indefectiblemente siento que me estoy incluyendo en la oración.

viernes, 5 de agosto de 2011

jueves, 4 de agosto de 2011

o bien


por ejemplo


wi ol liv in e ielou submarín

En cualquier momento, cuando menos te lo esperes, va a llegar la primavera. Y a medida que los meses de primavera van pasando, vuelven las tardes amarillas.

Las tardes amarillas son especímenes típicos de la temporada primeavera verano tirando a verano verano. En principio es necesario que el día se alargue, puesto que las tardes amarillas se dan alrededor de las siete, siete y media -pé eme. Y para que a esa hora podamos llamarle "tarde" -tarde como el rato del día que está entre el almuerzo y la oscuridad, no como tarde, demasiado tarde, un poco tarde, ya es tarde, tarde ya perdió el sentido- es necesario que anochezca, ahora sí pues, para qué tanta explicación, más tarde.

Las tardes amarillas tienen el alivio del calor que baja y olor a tilo o a jazmín. Dice mi nariz que un poco se parecen a la tardebuena, pero sin pólvora y con menos comida.

Alguna vez las tardes amarillas tuvieron a mi abuela con su silloncito -amarillo- sentada en la puerta de casa. Suelen usar vestidos cortos, indecentes, de colores claros, y si uno tiene mucha pero mucha suerte, están en malla al lado de una pileta, huelen a pasto cortado y se oyen como grillos, pajaritos, ladridos lejanos y una radio que canta chamamé.

Se reflejan y se encienden todavía más cuando golpean las paredes del pasillo. Si viene una tarde amarilla y cierro los ojos, camino descalza por las baldosas que, desparejas y levantadas, me jugaban al equilibrio y me raspaban las rodillas.