lunes, 27 de septiembre de 2010


Sudar mares durante 10 minutos porque la computadora se colgó inmediatamente después de terminar de escribir una nota QUE TODAVÍA NO GUARDASTE: no tiene precio.
ESTO CON LAS OLIVETTI NO PASABA.
Bill Gates, o quien carajo seas, andate a la puta madre que te parió.

Yapa: Jey Mammon canta su oda a Facebook.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Un poco soy así porque

Sé leer desde que me acuerdo. Yo también irrité a mi familia leyendo en voz alta y aguda cada puto cartel que veía en la calle. Si en el camino al baño no había una revista, entonces me entretenía con la parte de atrás del desodorante o el shampú. Los shampúes más divertidos de leer -o bueno, los que tienen más texto- son los que prometen hacer milagros con sus cabellos resecos o enrulados o quebradizos, los que salen más caros.
No sé bien cuándo aprendí. Tengo un recuerdo vago, quizás mío, quizás no, con un tinte muy Zezé -si hasta hoy no leyó Mi Planta de Naranja Lima, ¡corra! que la vida es corta. Yo estaba sentada en la escalera del patio de la casa de la abuela Elsa con el diario en la mano. Ese diario era Clarín, claramente. Haydée, una amiga de mi abuela, dijo algo así como mirá esta chica cómo hace que lee, y yo me enojé y le dije que no hacía, que estaba leyendo, y le leí algo -seguro muy importante- que -seguramente- estaría pasando en el país o el mundo. No me acuerdo qué decía, probablemente ni siquiera lo había entendido, pero sí sabía cómo leerlo.
Toda esta perorata de la lectura parece haberse salido de alguna esquina de mi inconsciente cuando me dispuse a leer un rato antes de dormir, pero resulta que tenía tantas ganas de dormir que cerré el libro -Papeles inesperados, del inadjetivable Cortázar- en la misma página en que lo había abierto. Lo chistoso pasó medio milimilimilisegundo antes: al darme cuenta de que no estaba en condiciones de leer, y previo a cerrar el libro, le pedí perdón a Cortázar y le dije que hoy no iba a poder concentrarme lo suficiente, que mejor mañana.
Mientras meditaba sobre lo que había hecho -le había pedido perdón a un escritor muerto por haber cerrado su libro- entendí que lo hacía porque era SU libro.
Yo aprendí a leer con Clarín, pero aprendí a disfrutar de leer con Cortázar.
Los viernes dormía en lo de mi papá, quien -muy en concordancia con su rol- antes de dormir me contaba historias. Una de mis preferidas era la de los piratas, que tenía algún punto de contacto con el lugar donde vivían estos aventureros malechores malvivientes maltratados por los mares: el golf de Mar del Plata*. Pero un día, no sé si a pedido del público o por una decisión tiránica del cuentahistorias, mi papá agarró un libro y leyó. Ese ratito que duró, ese rato que duraron, fue ese lugar común del punto de inflexión. Una rodilla o un codo, una esquina, una vuelta a la manzana. Eso que me leyó fueron las Instrucciones para subir una escalera. De ahí en más, cada vez que fui al baño en lo de mi papá, me acompañaron cronopios y famas. Después crecí, dejé de ir a dormir a su casa, él, como buen zoquete, me prestó el libro a mí, y yo, como buena zoqueta, se lo presté a alguien más. Dónde andarán, cronopio cronopio. Buenas salenas.
Y supongo que el moñito para cerrar este tremendo paquete de galletitas variedad vendría a ser que mañana, justo mañana, mi papá se vuelve a casar.

*El refugio de los piratas es ahí. Se lo juro, me lo dijo mi papá.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Burbujas


Una burbuja sobre las sierras, en algún lugar entre Villa Dolores/Córdoba y Buenos Aires

Una de mis 178 razones

es una cabeza llena de burbujas

que suben con el calor

bajan con el frío
o al revés

se fusionan
chocan
resbalan
se dividen u/o/y multiplican
tienen hijitas burbujas
que serían burbuhijitas

y se encuentran siempre
cuando se apaga la luz

viernes, 10 de septiembre de 2010

Y además está lloviendo

Una tristeza camina, otra se sienta en el piso y una tercera me mira. La que camina me persigue y me alcanza.

En la fila para sacar el pasaje de subte hay una chica con un bebé en brazos pidiendo monedas. Somos varios pero nadie la mira. Los observo uno por uno, estoy última. Una sola señora le da algo de plata, pero tampoco la mira. Yo me propongo mirarla y cuando llega mi turno la veo, le sonrío. Le doy algo de plata, me dice que gracias, ella también sonríe, yo le digo de nada sonriendo. Sigo mi camino pero sin sonreir. La tristeza se instaló a la altura de la boca del éstomago y se expande hacia mi consciencia, yo no sé dónde queda pero ella se ve que sí.

Ya es oficial: estoy triste. Triste porque mi plata, que ahora es suya, no soluciona nada. Triste por que hay gente pidiendo monedas, y porque hay otra gente que piensa que alguien puede disfrutar pidiendo monedas, hacerlo por placer. Triste porque seguí mi camino.

Triste bajo las escaleras. Triste espero que bajen los que bajan para poder subir al vagón. Triste porque son varios los que no pueden esperar que los que bajan bajen y los empujan y se empujan entre sí, no por falta de lugar sino por falta de ¿tiempo?

Triste sigo pensando durante el viaje. Va a llover y pienso en qué triste que es el mundo, con todos nosotros, los que somos nosotros porque viajamos en subte camino del trabajo, la facultad o la casa, ignorando a los ellos que no tienen trabajo, facultad o casa. Triste porque sé que estoy pensando en los ellos, pero no estoy haciendo algo POR ellos: estoy viajando en subte. Triste porque yo pienso en ellos, pero no sé si el resto de nosotros también.

Miro las caras de los otros nosotros. Trato de adivinar si alguno más está pensando en los ellos. Esos dos se están riendo. No. Aquel duerme, quizás piense con los ojos cerrados, pero no, se le está cayendo la baba y la cabeza se le ladea hacia la izquierda. No. El chico de rastas tiene cara triste. Quién sabe, tal vez él piense en los ellos y en lo triste del mundo.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Otra manera - Arte y esperanza

El chaguar, o caraguatá en guaraní, es una planta con largas hojas y muchas espinas que es usada por las mujeres Wichí para realizar sus tradicionales tejidos. La obtención del hilo de chaguar es muy compleja: desde su obtención, para la cual muchas veces son necesarias caminatas de varios kilómetros, hasta el tejido, pasando por la preparación que incluye secado, teñido y retorcido.
Se desprecia muchas veces –casi siempre- el trabajo y la cultura de los pueblos originarios. En un sistema en el que lo importante es la ganancia, hay aquí una pequeña excepción a una de las reglas principales del capitalismo: el que acumula no es el dueño de los medios de producción, sino el que hace de intermediario.
Así, las exquisitas artesanías realizadas por los pueblos indígenas, cargadas de belleza y de un bagaje cultural milenario, son compradas a precios extremadamente bajos y vendidas por los intermediarios a precios muy superiores.
Existe, sin embargo, otra excepción.
Arte y Esperanza es una fundación que se dedica desde hace 24 años a comercializar sin fines de lucro y en el marco del comercio justo artesanías de comunidades originarias. La oferta abunda: ponchos, pulóveres, bufandas, carteras y gorros tejidos en lana o fibras vegetales, aros y collares labrados en plata, fuentes y utensilios tallados en palo santo u otras maderas y piezas de arcilla de infinitas formas y tamaños
“La idea de Arte y Esperanza es garantizar condiciones de vida e intercambio dignas al artesano”, explica Andrés Cottini, del área de comunicación. “Es también un intento por preservar la cultura, para que no se vean obligados a alejarse de sus tierras y de sus costumbres por tener que ir a trabajar en las ciudades”.
Otra de las organizaciones dedicadas al comercio justo es Arte de Pueblos, que reúne a la Fundación Silataj, Fundación Niwok y Asociación Surcos Patagónicos.
Arte y Esperanza y Arte de Pueblos trabajan con cerca de mil familias de artesanos de las comunidades Toba, Pilagá, Diaguita, Wichí, Chané, Kolla, Mbyá-Guaraní y Mapuche.

Arte con tierra, arte con historia

En idioma quechua, Pacha es universo, mundo, tiempo, lugar. Mama significa madre. La Pacha Mama o Pachamama, es la madre del universo, del mundo, del tiempo, del lugar. Cada agosto se la celebra con una ceremonia, y cada día se la celebra con respeto.
Los artesanos de los pueblos originarios extraen las materias primas del medio ambiente, pero sin dañarlo. No desmontan, no deforestan, no saquean ni contaminan.
Cada pueblo realiza trabajos característicos. El Mbayá-Guaraní, de la región litoral y mesopotámica, se destaca en la cestería, utilizando caña de tacuará y cortezas para su teñido. Los tapices y ponchos kollas se tejen con lana de oveja o de llama.
La producción es realizada en grupos familiares, que trabajan de forma manual y con herramientas sencillas. El aprendizaje se realiza mediante la observación y el trabajo. Las artesanías constituyen una forma de transmisión de la cultura de cada pueblo, de su forma de trabajar y de su rica y larga historia.

Quieren quedarse la tierra, los bosques y el mar

“Los pueblos originarios, por su cosmovisión, son bastante contrahegemónicos. No plantean acumulación constante, sino que priorizan el cuidado del medio ambiente, y tienen su territorio, que sin estar delimitado conocen a la perfección. Ese territorio es el que necesitan para vivir. Y es esto lo que se viola de forma repetida: les quieren sacar el territorio”, cuenta Cottini.
La cuestión no es nueva. Uno de los supuestos “hitos” de nuestra historia, la Conquista del Desierto, a cargo de Julio Argentino Roca, consistió en el genocidio de los pueblos mapuche, tehuelche y ranquel para “expandir el territorio”. Tuvo que pasar más de un siglo para que esta matanza fuera denunciada como tal. El historiador, periodista y escritor Osvaldo Bayer, uno de los más fervientes luchadores por la reivindicación de los pueblos originarios, abrió una convocatoria con un lema: “Desmonumentemos a Roca”.
Esta problemática es uno de los temas abordados por Arte y Esperanza en los Talleres de Difusión que realizan en escuelas y universidades.
“Las charlas son dadas por algún referente indígena, puede ser de la comunidad Q’om, de Derqui (provincia de Buenos Aires) o que resida en Capital Federal. Se trata de concientizar, no específicamente sobre comercio justo, sino sobre los derechos vulnerados de los pueblos originarios. Hay muchos chicos que creen que los indígenas son parte de la historia, que no saben que hay actualmente 20 comunidades en todo el país, con más de un millón y medio de personas”.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Otra letra, con otra letra, con una letra

Entonces me dan ganas de dibujar palabras
cortantes
afiladas
puntiagudas
lacerantes
para tirarlas en el piso
y que se te claven en la planta del pie.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Una letra, con otra letra, con otra letra

Escribo palabras vacías: palabras que no le duelen a nadie.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Mamá, ese edificio me está hablando


Apunta, tira y salta. Apunta, tira y pierde. La vida no es todo el día todos los días.
El viaje en 24 desde Villa del Parque hasta el centro a veces se parece a la vida. Cuando duermo, cuando leo, cuando veo por la ventanilla un barrendero dándole migas de pan a las palomas. Cuando un payaso que pasa en bicicleta putea al colectivero, entonces es.
El trabajo tiene momentos, sobre todo en el balcón. Una de las rejillas está tapada y se asoma un brote de algo. Literalmente, un pasto. Un. Yo lo miro con detenimiento, me tiro al piso para poder analizarlo desde mi desconocimiento del mundo vegetal mientras tomo mate. En la terraza de un edificio relleno de oficinas y oficinistas, una soga con ropa que se seca con algo de aire y algo de smog y dos perros que todavía, por suerte o por desgracia, no se enteraron de que existen lugares en los que todo es verde.
Mirar por las ventanas y charlar con los edificios. Cuando los edificios están vivos, entonces todo lo demás también.
Pero son ratos que saltan por encima de otros ratos en los que los edificios no hablan.

(Foto: Uruguay entre Tucumán y Lavalle, vista desde piso 8. Lo desértico se debe a que era día de partido durante el mundial).