jueves, 4 de agosto de 2011

wi ol liv in e ielou submarín

En cualquier momento, cuando menos te lo esperes, va a llegar la primavera. Y a medida que los meses de primavera van pasando, vuelven las tardes amarillas.

Las tardes amarillas son especímenes típicos de la temporada primeavera verano tirando a verano verano. En principio es necesario que el día se alargue, puesto que las tardes amarillas se dan alrededor de las siete, siete y media -pé eme. Y para que a esa hora podamos llamarle "tarde" -tarde como el rato del día que está entre el almuerzo y la oscuridad, no como tarde, demasiado tarde, un poco tarde, ya es tarde, tarde ya perdió el sentido- es necesario que anochezca, ahora sí pues, para qué tanta explicación, más tarde.

Las tardes amarillas tienen el alivio del calor que baja y olor a tilo o a jazmín. Dice mi nariz que un poco se parecen a la tardebuena, pero sin pólvora y con menos comida.

Alguna vez las tardes amarillas tuvieron a mi abuela con su silloncito -amarillo- sentada en la puerta de casa. Suelen usar vestidos cortos, indecentes, de colores claros, y si uno tiene mucha pero mucha suerte, están en malla al lado de una pileta, huelen a pasto cortado y se oyen como grillos, pajaritos, ladridos lejanos y una radio que canta chamamé.

Se reflejan y se encienden todavía más cuando golpean las paredes del pasillo. Si viene una tarde amarilla y cierro los ojos, camino descalza por las baldosas que, desparejas y levantadas, me jugaban al equilibrio y me raspaban las rodillas.

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