viernes, 20 de agosto de 2010

Las menos veces


Es, a veces, tan difícil.
Estar más allá de algunas cosas, dejarlas pasar de largo. Verlas llegar y verlas irse, qué difícil cuando yo no estoy más allá.
Dejar que otras me atraviesen, se hagan piel y sangre y lágrimas y huesos, se apoderen de mí entera, de mí toda, y dejarlas ser en mí.
Es difícil si para conseguir trabajo tengo que usar zapatos y decir que me interesan cosas que no podrían interesarme menos.
Olvidar, cómo olvidar ese tatuaje en el cerebro. ¿Cómo deshacerse de ESA neurona? ¿Cómo asesinarla selectivamente?
También intentar recordarlo cada día: no reniegues porque sí, no te niegues porque no. Discutir, aceptar, preguntar, entender. Buscar un lugar sin invadir, pensar mucho pero hacer algo, cada-día-algo.
Mientras tanto la vida, esa cosa que no es una cosa, a veces parece frenarme en cuanto avanzo y empujarme cuando quiero quedarme quieta. O cuando creo que avanzo y creo que quiero quedarme quieta. Para que yo después me dé cuenta de que no es la vida la que -algo-, la vida no actúa porque no tiene cómo.
El pasado y el futuro, hoy, son la nada, la mísmisima nada. Pero qué difícil resulta a veces entenderlo.

Eso sí: el resto de las veces, cuando creo que entiendo o me olvido de que quiero entender, me la paso GE-NIAL.

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